HISTORIA DE LA PIRATERÍA.
DELEGACIÓN DE ESTUDIANTES, CICLO DE CONFERENCIAS.
La Delegación de Estudiantes de este curso 2010-2011 me ha invitado una vez más,
como el año pasado, a estos ciclos que organiza y esta vez, de nuevo,
con un asunto difícil para mí a la hora de encontrarle un enfoque
lo más académicamente presentable posible, con lo que debería de ceñirme
a mi área académica principal, la de historia moderna.
De esa época sí que sé bastante de piratería o corsarismo, mejor,
sobre todo en el Mediterráneo, y por ello pensé primero hacer coincidir esta ocasión
con la presentación de mi último libro sobre el entorno de un gran corsario mítico mediterráneo, el Uchalí.
Todo un personaje que de ser un pobre esclavo muerto de hambre,
a través del corsarismo se convirtió en uno de los hombres más ricos y poderosos
del Mediterráneo del momento, controlando el comercio de trigo, la construcción naval,
el comercio de mano de obra o la alta finanza del abastecimiento de las armadas marítimas. Era un gran patrón del mar, tal jefe de la mayor multinacional capitalista y financiera actual,
un hombre que se había hecho a sí mismo que decían las películas de gánsteres,
un triunfador.
Un mito de ascenso social, con ese punto de partida deshonroso de esclavo y pirata.
Un pirata es el que toma a otros lo que no es suyo, un ladrón. Sin más.
La historia de la piratería sería la historia de los ladrones, en particular
los ladrones en el mar, pues a los ladrones en tierra se les conoce por otros nombres,
como bandoleros, cuatreros, si robaban animales, o también atracadores, estafadores
y hasta ladrones de guante blanco, o similares.
El encargo es sobre la piratería en concreto, interpreto que los ladrones del mar,
y por eso lo de Uchalí, el Calabrés Tiñoso, el corsario muladí.
Pero cuando digo los ladrones del mar, de inmediato me acuerdo
de otros aventureros del mar míticos, los “mendigos del mar” holandeses y flamencos,
que hacían de la escudilla de mendigo su contraseña de identidad política
y volvieron locos a los Habsburgos – los españoles, se dice, simplificando mucho –
en la guerra de Flandes, consiguiendo a la larga la independencia de Holanda.
Y terminaron siendo los transportistas de Europa. Ese corso, ya no piratería simple,
latrocinio simple, que en el Atlántico alcanzó altas cotas,
y del que el profesor Lucena Salmoral os podría hablar tan bien, pues publicó bastante
sobre ellos – bucaneros, filibusteros, corsarios y tantos más del Caribe –
y hasta algún código de negreros, cuando estos a punto estaban de pasar a la clandestinidad,
a simples contrabandistas o piratas.
De esas viejas leyes corsarias, tan viejas como la navegación – hasta en los cuentos gráficos
de Asterix y Obelix aparecen los piratas mediterráneos antiguos,
siempre náufragos al final – irían surgiendo las normativas que luego conformarían
el derecho internacional marítimo, sin duda,
y no es raro que surgiera en los medios de abogados holandeses
un hombre como Hugo Grocio, que consideraba la libre navegación de los mares
como un derecho fundamental humano, diríamos hoy,
en el marco de la guerra de Flandes, poco antes de la Tregua de los 12 años
del rey de España con los holandeses en 1609.
Siempre, en los periodos de crisis, los fenómenos de bandolerismo y su paralela la piratería
se agudizan y extreman, y el siglo XVII fue de muy intensa actividad pirática
tanto en el Mediterráneo como en el Atlántico. Las guerras y los conflictos coloniales
creaban mayor caos y mayor ambigüedad aún de las fronteras entre el robo y la presa justa,
y los mares se convertían en ese “bosco grandissimo” que decía un baile Veneciano
unos siglos atrás. Se convierte en una de las artes para obtener recursos, para sobrevivir,
una de las modalidades del arte de la guerra como arte de la adquisición,
de la racionalidad aristotélica.
***
Era un fenómeno global, por otra parte, ya que por todo el mundo andaban ya
naves europeas, enfrentadas entre sí y con los naturales de los territorios
a los que llegaban. Cuando hice mi tesis sobre los españoles y Japón
en esa época del entorno de 1600, por eso de buscar el origen
de un contacto tan exótico en este caso, españoles desde Filipinas,
portugueses desde Macao, aparecieron los piratas japoneses como avanzadilla
de estos contactos, antes que mercaderes, frailes o embajadores.
Es el primer contacto agresivo con otro extraño,
y a eso ya se le llama en la documentación normal piratería.
Apareció también un pirata Li Ma-hon que iba al frente de una numerosa flotilla,
como luego los piratas malayos de las novelas y películas de aventuras,
de siglos después, el mito de Sandokán.
Las fronteras generan estos fenómenos que algunos llaman anómicos.
A mí me gusta mucho un antropólogo francés, Duvignaux, creo que se escribe,
siempre me equivoco en alguna u,
que aplica este concepto de otro gran antropólogo, Durheim, a la cultura
y, así, considera a Cervantes un escritor anómico y, por ello, de alguna manera inclasificable.
La definición de anomia que da es muy sugestiva, y parece aplicable como anillo al dedo
a los tiempos que vivimos actualmente, lo que lo hace más sugestivo aún.
Veamos:
DEFINICIÓN DE ANOMIA DE DURHEIM/DUVIGNAUX:
“Si la palabra <anomia> posee un sentido, designa las manifestaciones <inclasificables> que acompañan el difícil tránsito de un género de sociedad que se degrada a otro que la sucede en un mismo periodo y que aún no ha cobrado forma” (p.13, Jean Duvignaud, Herejía y subversión. Ensayos sobre la anomia, Barcelona, 1990, Icaria).
A mí me gusta retocarla a mi manera, y decir que los fenómenos anómicos
surgen en las fronteras de los clasicismos;
entendiendo por clasicismo un modo de vida y de acción
con normas establecidas o admitidas,
que pueden transformarse o cambiarse hasta desbordar o borrar sin más
a ese clasicismo de la realidad; lo que le sucedió
a lo que los historiadores llaman el Antiguo Régimen,
como consecuencia de eso que llaman también Revoluciones Burguesas,
y que coincide con las diversas fases, según los países, de la revolución industrial.
Un clasicismo desaparece y el nuevo clasicismo – normas establecidas
para un modo de vida y de acción – aún no se puede calcular
cómo va a estar perfilado, está en construcción.
“En construcción”, como esa película catalana sobre la transformación
de un barrio popular barcelonés, que tardaron varios cursos en rodarla
para hacer más comprensible el material recogido. Estos trabajos son lentos.
La red de esa mar que es la WWW, eternamente en construcción.
Un autor que hubo un tiempo que citábamos mucho los historiadores,
Emmanuel Wallerstein – espero escribirlo bien -,
había acuñado lo de “Moderno Sistema Mundial”, antes de que se hablara de globalización,
de alguna manera la aparición del hombre económico moderno,
que a mí se me antojó siempre un “hombre de frontera”.
Lo estamos viendo ahora en un módulo del curso de nombre terrible
“Análisis de los mecanismos de convivencia intercultural”,
en el que intentamos perfilar qué puede ser un “hombre de frontera”,
y el pirata / corsario y similares aparecen de inmediato.
Japoneses o mediterráneos o americanos, un fenómeno global, que dicen.
Jugando con la idea, para llegar a una tipología, hemos comenzado por encontrar
a los que tienen más de un nombre, por ejemplo.
Un nombre y un apodo, Fulano, Pata de Palo, o Capitán Garfio,
o dos nombres, como Dionisio Galera y Aluch Alí, el corsario muladí de mi libro de marras,
del que ya supongo que estaréis hartos de escuchármelo.
O el autor que publica con seudónimo, o el que publica las obras de otro
– otra piratería, como Cervantes y Avellaneda – o similares,
buscando las variantes posibles.
Para luego adivinar de que frontera es, qué tipo de piratería o corso puede hacer.
Un juego. A ver a dónde nos lleva.
El pirata se ha convertido también en un mito del mundo digital,
de esa mar sin fin de la WWW de la red.
Nuevamente el mito del “Mare Liberum” de Grocio frente a las normativas imperiales, súbditos rebeldes imperdonables para el rey de España, sobre todo para Felipe II.
Hemos vuelto a nuestro clasicismo hispano del siglo de oro,
uno de nuestros clasicismos históricos más estudiado y analizado, y que entraba en barrena. De ahí la anomia de Cervantes, su apertura genial expresiva.
Y en él nos volvemos a encontrar con Uchalí como fenómeno también anómico,
imprevisible, que termina codeándose con Juan de Austria y escribiéndose
nada menos que con Francis Drake, tratándose entre sí como caballeros del mar,
gente de armas, triunfadores, e intercambiándose regalos.
De pirata a almirante, mito de ascenso social.
Ese hombre de frontera – tiene un nombre calabrés, Dionisio, y otro turco, Alí,
e innumerables apodos – colma un mito,
que hoy se puede identificar tanto con el pirata como con el hombre que se forja a sí mismo,
el hombre de virtù y fortuna, el emprendedor, o ese hombre económico moderno
que hace del interés su dios y a él ofrece su lealtad verdadera. Así lo define Cervantes
en la obra de teatro “Trato de Argel”, en la que el rey corsario muladí
le dice en un endecasílabo de qué va la cosa: “De pérdida y ganancia es este trato”.
El trato de Argel del que se trata, los negocios.
La piratería, como no podía ser de otra manera, en periodo de crisis, que dicen,
en periodo de cambios rapidísimos de tecnologías y maneras de exponer y de narrar,
nos asalta de nuevo con toda naturalidad, y seguro que de ese nuevo asalto
deberán modificarse o transformarse normativas de modos de vida y de acción.
La transmisión de avisos de cosas que pasan en el mundo ha dado un vuelco tremendo
con la facilidad de comunicación actual.
Pero es la misma transmisión de información:
esos avisos mediterráneos, precursores tanto del periodismo
como de los servicios de información o espionaje, con los que pude reconstruir
la trayectoria vital de Uchalí y de aquellos hombres de frontera,
piratazos, corsarios o reyes, según el cristal con el que se los mirara.
Mi primer libro sobre el asunto se tituló:
“Un Mediterráneo de ´piratas: corsarios, cautivos y renegados”.
La esencia de la frontera, de los negocios y los intercambios,
que podían llegar a desmesurarse con la guerra. Y ante ello,
el lamento cervantino de la imposibilidad, así, de una edad de oro de los hombres en la tierra. Literatura en demanda de una mejor manera de organizar una sociedad ya global,
el <otro mundo es posible> de siempre.
Hoy ya el pirata de los mares es una imagen más o un mito,
la economía sumergida y el hambre en zonas piráticas más por hambre que por otra cosa,
hace poner los pies en tierra al mito, y ahora los piratas mueven pateras en la sombra
con mercancía humana, o se forran con pelotazos, muchas veces
con drogas o armas de por medio, en la frontera global financiera.
Pura anomia o pura normalidad.
La historia de la piratería es una historia imposible de narrar linealmente.
Tal vez sólo tesela a tesela de mosaico, pacientemente,
de biografía de Uchalí en biografía de Uchalí, si es que al fin lo pudiéramos evocar
como un pirata moderno o un mito de ascenso social,
con lo que ello significaba de heterodoxia en aquel clasicismo nuestro hispano
de la monarquía católica.
Pero creo que me he perdido ya, y tengo que retomar el rumbo.
***
Quedamos en que la historia de la piratería es casi imposible de narrar linealmente,
y que ahora sabemos que en cuanto arañas o rascas un poco te topas con un pirata.
Y los informáticos deben de andar asustadísimos, tanto como los autores,
que, por otro lado, salvo unos pocos, tampoco nunca cobraron demasiado,
por no decir poco o nada. Y los propios autores plagiarios, como el pobre Avellaneda,
al que Cervantes en venganza le plagió también un personaje,
el tal morisco granadino Arfe. Un lío, esto de la piratería;
como ya sabemos, un fenómeno anómico y una acción de supervivencia
en tiempos de crisis de subsistencia. Y ya veremos con el trigo y con el agua.
Hoy, con el cambio de tiempos, los más famosos son los piratas informáticos,
los descargadores de contenidos por la cara, y eso ha generado de nuevo
el debate sobre qué es y qué no es piratería. A vosotros, estudiantes de historia los más,
es una cuestión que os atañe como al primero, pues vosotros sois,
por vuestra formación y vocación profesional, pues estudiáis letras,
los reyes o lo señores de los contenidos. Y es a vosotros – a nosotros –
a quienes en realidad piratean, al piratear contenidos.
Musicales, literarios, audiovisuales, las exposiciones y narraciones de la realidad
o de la historia, lo mismo da. Para eso estáis estudiando.
Y para estudiar bien sabéis la necesidad que hay de contenidos que otros han elaborado
y que deben poder vivir de su trabajo como todo hijo de vecino.
Por todo ello es urgente saber quién cobra por todos esos contenidos en la red
que dicen que la gente piratea para estudiar o para vivir o para cultivarse,
y quien cobre que lo distribuya según nuevas normativas imaginativas y realistas
que sustituyan a las que hacen que se forren los mercaderes de contenidos
y no cobren los que se los trabajan y para ello han estudiado.
En fin, otro lío.
Y otra duda ante quién pueda ser pirata o usuario, una duda que ya alcanza a todos.
***
Fronteras de normativas o de leyes – de nuevo leyes enfrentadas,
como en el Mediterráneo clásico que tomamos por referencia aquí –
en las que pueden prosperar intercambios y negocios. La vida misma, el mundo global.
Pero otra vez me estoy perdiendo un poco, y quiero ir terminando.
Tal como van las cosas, el mundo y las comunicaciones,
en donde en el mismo teléfono móvil se puede tener un banco de contenidos
para consultar en un examen de una asignatura, por ejemplo,
que sería piratería en un modelo de examen memorístico, por ejemplo,
tal como van las cosas, hay que rebobinar tal vez.
La posibilidad de tener un banco de contenidos en un teléfono móvil, por ejemplo,
podía ser la base de un nuevo diseño de examen en el que utilizar el telefonino,
como dicen los italianos, no sea un acto de piratería sino una posibilidad más
de ser brillante en el ejercicio, por mayor capacidad de relación o de exposición, por ejemplo. O la posibilidad de elaboración de un informe audiovisual de un asunto,
para innovar en nuevas técnicas narrativas y expositivas audiovisuales y digitales,
que es como se está moviendo el mundo y dándose a conocer.
Una posibilidad para la que nuestra Facultad ya está casi preparada,
con la nueva instalación que permite tener internet en la pantalla del aula durante la clase.
Ya sólo falta el Laboratorio de Humanidades que ya llevamos más de un decenio
intentando conseguir montar, y con el que ya hay hasta una decena de filmaciones
más o menos decentes de lo que pudiéramos denominar <producción propia>,
que tenéis a vuestra disposición los de la Delegación de Estudiantes,
pues son contenidos elaborados por vuestros compañeros de años anteriores
y de los que tenéis derechos de copyright o al menos de copyleft,
como los que usamos para el Archivo de la frontera, en donde tienen trabajos
muchos de vuestros compañeros, y que al estar en la red ya pueden ser objeto
de acciones piráticas de manera natural. A no ser que sea con nuestro consentimiento,
y entonces ya estaríamos entrando en otro sistema o clasicismo emergente.
***
Esto ya se alarga, y quiero terminar.
He utilizado el tipo de texto o conferencia para estudiantes que ya experimenté
años anteriores, sobre todo en el fin de curso 1999-2000, en que los estudiantes
me invitaron a hablar en su graduación y les lancé el discurso “La casa de cristal”,
que hoy tengo colgado en el Archivo de la frontera y que aguanta aún su lectura
para estudiantes de diez cursos después. Lo que pasa es que entonces tenía
más arte para estos discursos o conferencias, y hacía reír a la gente de vez en cuando
a lo largo de texto. Incluso una vez
me llegaron a decir unos compañeros vuestros guasones de entonces:
“Mira lo que nos vas a decir, porque van a venir nuestros padres”.
Y eso me confirmó que pasaba algo raro, pero que les gustaba, el reír es sano
y hay un autor ruso muy apreciado que es Bajtín que decía que debíamos hacer
los historiadores una historia de la risa, que sería muy formativa para entender
la cultura popular, esa cultura pop que nos envuelve o nos rodea por todas partes.
En aquel tiempo, o sea, hace diez años, cuando intentábamos montar
el Laboratorio de Humanidades, nos habíamos inventado también
la “Cátedra alada del balcón de detrás del Ascensor”, o Cátedra de la Escalera
o Balcón de la Escalera, y a veces hacíamos recitales o actos más serios,
un poco parodia de los académicos, en los que la gente tenía que hablar o actuar,
debía coger tablas. Algunos se filmaron en todo o en parte,
y debe de estar ese material por el viejo local del Laboratorio a la espera de pasar al nuevo,
y pudiera ser hasta utilizable, otro patrimonio de la Delegación,
al menos pirateable también, ya que esto va de esto.
FINAL.
Un truco que usé en algunas sesiones de aquellas era traer una corbata de oro
en el caso en el que estuviera contento con cómo me había quedado el discurso,
y así lo explicaba al final de la conferencia o intervención.
Y hoy también la he traído, aunque en el bolsillo,
como una muestra de paradoja algo corsaria. Por muy poco dinero,
en Damasco, por ejemplo, se puede comprar una corbata de tejido de Damasco,
que hacen todavía en una docena de telares que quedan en la ciudad,
tan finos para poder tejer la seda que tienen que usarlo sólo niños con dedos finos,
que tardan un día en tejer unos quince centímetros en el telar.
Un lujazo corsario, fruto de diversas fronteras entreveradas,
que no sé qué tipo de copyrigh debería pagar ni a quién,
para no tener que considerar un corsario, si no un pirata o un bandido,
a quien se pueda superlucrar con ese negocio.
Y ahora, el coloquio, que ya está bien de divagar.
E.Sola, Alcalá, 21 de marzo de 2011.
